15 ene 2009

Relato: En Tierra Enemiga

Abrió los ojos, y al instante fue como si le clavaran un millar de cuchillos por todo el cuerpo. Sentía arder cada una de sus terminaciones nerviosas, los pulmones, llenos de humo negro, pugnaban por respirar mientras se incorporaba, separándose de los dañados controles de la nave.
Parpadeó rápidamente, intentando ver algo entre las lágrimas que anegaban sus ojos, y comenzó a tantear débilmente su pecho, buscando el cierre del cinturón de seguridad. Con un sonoro clic, quedó libre, y pasando el dedo por la superficie de los controles, consiguió que se abriera la cabina.

Al instante, el aire puro arrastró parte de la humareda, y por fin pudo inspirar algo de oxígeno. La vista se le aclaró en parte y contempló el cuerpo de su camarada, inmóvil, con el pecho atravesado por un trozo de metal aguzado, del que lentamente goteaba la sangre. Su rostro estaba paralizado en una eterna mueca de terror.

- Joder, John, maldita sea. - masculló por lo bajo. - Por qué cojones tuvimos que acercarnos a este puto planeta…

Intentó ponerse en pie pero un dolor insoportable le subió desde la rodilla, haciendo que cayera de nuevo sobre el sillón de pilotaje. Cuando miró hacia abajo, un estremecimiento recorrió su espina dorsal, al ver el hueso de la pierna brotando de su piel, rasgando parte del traje. Con la conmoción del impacto, no se había percatado de su estado, pero ahora comenzaba a sentir los latigazos de dolor, pulsadas de fuego que recorrían toda su pierna hasta la cadera.

Sin perder un segundo, pulsó otro botón, y un panel de la nave, a la derecha, se abrió con un débil zumbido. En su interior, podía verse un rifle, varias cargas de energía, holobengalas, algunas balizas de posición y lo más importante, un pequeño botiquín. Extendió una mano temblorosa, apretando los dientes, y abrió el botiquín. Sacó una pistola inyectora y la cargó con una de las monodosis que allí se encontraban, en cuyo interior danzaba un líquido de color plateado.
Apoyó la boca de la pistola en el muslo, contó hasta tres, y apretó el gatillo.

Dónde antes había fuego, ahora lenguas de hielo recorría su sistema circulatorio, miles de biobots fluyendo entre su sangre, liberando dosis de calmante. En apenas un momento, el dolor remitió. Todavía podía sentirlo, pero era algo ajeno, apenas una molestia. Aunque no podría caminar, al menos durante unas horas podría pensar con más claridad.

Tras una serie de comprobaciones, activó el transmisor de su casco, conectado a la Red, e intentó ponerse en contacto con las naves de la Federación.

- Caza de Reconocimiento Echo 167, transmitiendo a todos los usuarios. - dijo con voz ronca. - Piloto Adrian Blackthorne, Oficial de Federación, informe de situación. -

Una pausa, no se escucha nada.

- Echo 167 ha sido abatido. Repito, ha sido abatido. El Piloto John Hammer ha fallecido, los núcleos de energía no funcionan, los motores auxiliares, tampoco responden. Solicito operación de rescate inmediata. -
La única respuesta fue el sonido de la estática en el interior del casco. Si alguien lo estaba escuchando, no podían responderle. Maldiciendo, comenzó a manejar su brazalete comunicador.

- Diario Oficial Blackthorne. Me encuentro sólo en territorio enemigo. Solicitada operación de rescate, sin respuesta. En este mismo instante, a las dieciséis horas de este subsector, activo la baliza de búsqueda. Cambio y corto.

Desactivó el comunicador y cogió el rifle. Con la destreza que otorga la experiencia y el entrenamiento, insertó uno de las cargas de energía y le quitó el seguro.
Ahora se encontraba sólo, en territorio enemigo.

2 comentarios:

Adrián T. Rodríguez dijo...

Ave
Joer, si es que todas tus historias terminan bien:). Me ha gustado, al fin y al cabo soy un fan del Traveller, y esta historia encaja perfectamente en esa ambientación.

Anónimo dijo...

Mola mola... Y eso de que se vayan creando (o vayas creando mejor dicho) relatos basados en dicha Federación de dicho universo fantástico mola...

Creo que deberías escribir a Blackthorne para las biografías.. jajaj

Felicitaciones

Un saludo

Specter