29 mar 2009

De como los jóvenes caballeros recibieron su bautismo de sangre

“¡Acercaos! ¡Venid todos a escuchar mis palabras! Yo, Gaeldas el Bardo, os contaré las aventuras y desventuras de grandes héroes.

Traedme una buena bebida, y os narraré de aquellos tiempos en los que los jóvenes caballeros, Sir Gunner y Sir Loic, se convirtieron en el terror de sus enemigos.
De cuando el Oso de Salisbury sembró el terror con la hoja de su hacha entre los incursores, y el sagaz Caballero de la Lanza cubría sus espaldas con su refulgente arma.

¡Venid y acercaos he dicho!
Pues así continúa su historia…”


Las semanas habían pasado con rapidez, dejando la primavera atrás. Los jóvenes caballeros aún estaban acostumbrándose a sus nuevas obligaciones a las órdenes del Conde Roderick, cuando una buena mañana les fue encomendada una tarea.

Acompañarían a Sir Jaradan, un prometedor caballero, del que se decía que era la mejor espada del condado, y a otros siete camaradas, a patrullar las fronteras del sur del condado. Partieron con presteza, junto con sus escuderos, y pusieron sus buenas monturas a un galope suave.

Durante la patrulla, Loic y Gunner hicieron amistad con Sir Jaradan, simpático y quizá algo jactancioso, consciente de sus grandes habilidades guerreras. En ese momento, Sir Jaradan realizó un comentario poco afortunado, acerca de la fama que Sir Gunner había adquirido matando al fiero oso de la aldea de Imber, lo cual molestó sensiblemente al mentado.

- En ocasiones, confundo gilipollas con osos…- Sir Gunner, haciendo amigos.

De pronto, un hombre montado en pony, se acercó a la compañía, agotado de la dura cabalgada. Sin aliento, alertó a los caballeros sobre una incursión más al sur. Eran muchos hombres, bandidos y ladrones en busca de saqueo.
Sir Jaradan, sin dudarlo un instante, puso su caballo al galope para perseguir a dichos bandidos, situación que aprovechó Sir Loic para decir su ya famosa frase:

- Bandidos y Ladrones son como los alcaudones…- grave silencio de los presentes - ¡carroñeros!... – Sir Loic, poeta a tiempo parcial.

Pronto los hábiles jinetes alcanzaron lo alto de una loma, con el fuerte sol a sus espaldas. Abajo, saliendo de la linde del bosque, dos compañías de incursores sajones avanzaban furtivamente. Eran muchos, los superaban en más de cinco a uno, pero no eran más que chusma sajona.

Sir Jaradan, con una sonrisa en sus labios, hizo culebrear a su montura, al tiempo que desenvainaba su famosa espada.

- ¿Qué hacemos, Sir Jaradan?- inquirió Sir Loic -¿Les damos un serio correctivo, o tratamos de echarlos?
-Creo camarada, que podríamos darles un correctivo mientras tratamos de echarlos.
-¡CABALLEROS! ¡A LA CARGAAAA!

Formaron dos grupos, uno al mando de Sir Jaradan, que atacaría por la derecha, y el otro liderado por Sir Gunner, que atacaría por la izquierda.

Los poderosos corceles de guerra descendieron por la suave colina, entre un estruendoso atronar de cascos, gritos y sonidos de armas. Sus enemigos, sorprendidos, apenas tuvieron tiempo de asumir una formación de combate.
La unidad de sir Jaradan se incrustó entre sus enemigos, devastando a su paso, dirigidos por la fabulosa espada del caballero. En cambio, sus otros camaradas, no tuvieron tanta suerte.

Sir Gunner, poco acostumbrado a las dificultades de una batalla real, no pudo coordinar bien el asalto de su unidad de jóvenes caballeros. Pero lo que le faltaba de conocimiento, lo suplía con valentía y arrojo.
El choque fue brutal. Los caballos chocaron contra la aullante marea enemiga, las lanzas se quebraron y las hachas y espadas hicieron su trabajo. El Oso de Salisbury arrolló a dos enemigos, pero su fiero impulso hizo recular a los sajones, que se libraron por los pelos de la carga del Caballero de la Lanza, que acudía a apoyar a su camarada.

Perdido el ímpetu inicial, los sajones, al comprobar su aplastante superioridad numérica, se lanzaron contra ellos como animales. Sir Gunner sujetaba a su montura a duras penas, pues ésta, con los ojos desorbitados, corcoveaba intentando evitar los golpes sajones. Si los caballeros no murieron en ese instante, fue porque sus enemigos se sintieron sobrecogidos al ver la carnicería que el Oso de Salisbury estaba cometiendo.

Lanzaba golpes a diestro y siniestro, su hacha, empapada en sangre, subía y baja sin parar, cortando, sajando y aplastando, entre las risas y los gritos eufóricos del caballero. Cada uno de sus golpes, acababa con un enemigo, y pronto un reguero de cadáveres indicaba su paso.
Pero sin duda, si el caballero sobrevivió a ese día, fue gracias a la ayuda de su camarada, Sir Loic.

El caballero de la lanza, ensartó a un sajón, dejándolo clavado en el suelo, y empuñando otra lanza, se enfrentó con valentía a cuatro enemigos. Recibió golpes, pero gracias a su pericia y a la suerte, ninguno mortal. Mientras, seguía portando la muerte con la punta de su afilada lanza.

El resto de su unidad había sido derrotada, sólo quedaban ellos dos. La prudencia aconsejaba huir, sus posibilidades de supervivencia eran casi nulas, pero aún así, los dos jinetes, enfervorecidos, hincaron sus espuelas en los flancos de sus monturas, completamente empapadas en sangre, y temerariamente cargaron contra sus enemigos.

Los cadáveres eran numerosos, pero a pesar de su habilidad, eran humanos, no dioses. Sir Gunner recibió un tajo profundo en el muslo, y Sir Loic también fue herido varias veces. Cuando la situación ya era desesperada, y el Oso de Salisbury comenzaba a sumirse en las nieblas de la inconsciencia, los sajones supervivientes huyeron. La unidad de Sir Jaradan entró en escena, salvándolos justo en ese momento.

El Caballero de la Lanza, cabalgó con rapidez, sujetando a tiempo a Sir Gunner, que ya caía de su montura. La batalla había finalizado, y ese día, los cuervos estarían contentos.

Las heridas sufridas fueron tratadas con habilidad, y Sir Jaradan decidió que los caballeros heridos debían volver. A pesar de la dura batalla, sólo hubo que lamentar una muerte, la del recién nombrado caballero Sir Ulfer.
Sir Gunner y Sir Loic, junto con Sir Michael y Sir Blain, tenían que volver a Sarum e informar al Conde Roderick sobre lo ocurrido, pero antes, haciendo gala de una gran valentía, el celta Loic se adentró en el bosque siguiendo las huellas de los sajones. Tenía sospechas, y quería comprobar de donde venía.
Por desgracia, el rastro terminaba en un arroyo.

Una vez en Sarum, los caballeros relataron lo ocurrido al Conde, que los invitó a un puesto de honor en el banquete que se celebraría al anochecer. Allí, los jóvenes héroes contaron sus hazañas, bebieron y comieron como caballeros adinerados, pero la noche fue enturbiada por los comentarios de Sir Amig y del misterioso Sir Maglos, acerca de la sangre sajona que corría por las venas de Sir Gunner.

Al final de la noche, el Conde comenzó con un honor especial a los caballeros. Le entregó a Sir Gunner un hacha adornada, fabricada con los restos de las hachas que rompió luchando contra los incursores, y a Sir Loic una lanza labrada con motivos celtas.
Sir Michael y Sir Blain también recibieron regalos por parte del Conde, y todos fueron ovacionados.

Y después de esto, los héroes se retiraron a recuperarse de sus heridas, preparándose para pasar el invierno.

3 comentarios:

Sir Loic ap Tonan dijo...

Y el bueno de sir Loic va a emplear bien el invierno mejorando sus habilidades.

Cuando la llegada de la primavera derrita la nieve y despierte a los osos de su letargo, la lanza brillará con más fuerza que antes.

Alsharak dijo...

Bueno bueno, espero que te haya gustado el relato xdd.

El problema es que el Guille es un poco exagerao y eclipsa un poco al valeroso Caballero de la Lanza, a pesar de sus grandes habilidades jaja.

Taluego!

mondragon lasombra dijo...

bueno en los inviernos Sir Loic eclipsara indudablemente al oso aletargado.

:D